El reto de ser Dómina
Empezar a vivir la sexualidad desde el punto de vista de
A Mí no me interesa
educarlos como una tutora ni castigarlos para enseñarles lo que deben hacer.
Ellos se entregan por sí mismos, gozosos y felices, para darme lo máximo que
pueden dar, premiando mi femineidad sensual con su masculinidad viril y
dejándome casi siempre un recuerdo positivo. Es la misión del hombre cuya faena
bien terminada provoca el placer a la hembra sádica. El hombre útil que sabe
que una hembra complacida es una hembra feliz. La impronta del calabozo Femdom
es una prisión liberadora para ellos porque quita responsabilidades tan
preestablecidas como asexuadas y los convierte en fieles guardianes
domesticados al servicio de la
Señora del
castillo.
Trabajar en el servicio era
la expresión británica de principios del siglo veinte para definir a las
mucamas y lacayos dirigidos por la sabia mano de un mayordomo que trabajaban
duramente para que los señores y señoras de la alta sociedad vivieran como
creían merecer vivir. En aquella Inglaterra estratificada y protocolar, el
sentimiento de merecer una situación de privilegio era naturalizado
por la clase superior pero también por muchos de los de abajo. Trabajar en
el servicio en una familia aristocrática era un alto honor al que
muchos aspiraban y muy pocos eran dignos de acceder. La desigualdad garantizaba
la armonía; la sociedad era gobernada por quienes sabían hacerlo y estaban
preparados para hacerlo bien.
Nuestra sexualidad recrea
constantemente esos antiguos rituales de clase. Nosotras somos las dueñas
del deseo sexual, entonces me resulta elemental afirmar que nosotras debemos
dirigirlo. Nosotras sabemos qué es lo que hay que hacer, cómo y cuando
hacerlo. Ellos obedecen y nos sirven. Capitana y auxiliares en la misma nave y
hacia el mismo puerto. Un viaje feliz.
Parafraseando a Teresa
Calandra, la hermosa topmodel argentina de los años setenta devenida
hace años en empresaria, en el mundo de una mujer todo puede ser
perfecto. La dominación femenina propone el desafío de aprender a
vivir en un mundo femenino de alta calidad. El reto de ser Dómina implica
entender que es ese el mundo que la mujer merece y jamás resignarse a otro de
segunda mano.
Los muchachos
que trabajan en el servicio para Nosotras siempre están dispuestos a
ponerle el hombro a nuestro desafío. Los varones adoptan un comportamiento casi
primitivo cuando se topan con una Dómina. Al instante, bajan la estructura
frágil del macho conquistador y asumen sin rodeos y con alegría el rol de
lacayos de nuestro placer, como románticos Severines venidos de otros tiempos.
Ellos son los primeros en creer que las mujeres nos merecemos lo mejor.
Será que las hembras humanas
del futuro aceptarán el reto de ser Dóminas? Aceptarán vivir
con naturalidad y alegría el poder que detentan como Amas y Señoras de sus
territorios sensuales?
Este blog reproduce algunas columnas ya posteadas en Sado Sensual y Femenino
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